PARA EL AGUACATE , EL AGUA ES SU
ESENCIA.
Juan Camilo Ruiz Pérez
Juancamilorp@gmail.com
Casi que con una dosis de humor, pudiera
argumentarse con fundamento en filosofía y en especial, en la ontología misma, que
no habría razón más contundente para contraponer a quienes le endilgan al aguacate
y su cultivo, el maleficio de su antagonismo con el agua, contra quienes le
atribuyen a su presencia en la tierra, una relación destructiva, aniquiladora,
devastadora en todas sus formas, que afirmar que el aguacate es por esencia, agua.
Mal pudiera convertirse en su factor destructor,
porque acabándola, se destruiría así mismo, desaparecería, cosa que no ha
sucedido en una relación simbiótica de miles de millones de años, teniendo en
cuenta que el aguacate es una de las primeras plantas superiores aparecidas
sobre la tierra.
Puede afirmarse que el aguacate es
inherente al agua desde el día mismo de la semana infinita de la creación, en
el que se separaron las aguas superiores de las inferiores, hasta el punto que pareciera
que era tanto el afán por estar sobre la tierra, que no pudo contar con algunos
atributos de otras plantas superiores, que no pudieron desarrollarse en ella,
como el hecho de carecer de pelos absorbente, lo que lo condenó a estar bajo amenaza
eterna de la asfixia radicular.
El aguacate es por su esencia: agua.
Aproximadamente el 75% del total de su contenido, es agua.
La polémica está en identificar si ¿es el
ejemplar botánico el enemigo del agua?, o, es su cultivo y proceso cultural,
las malas prácticas agrícolas las causantes del antagonismo?.
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Además de las innovaciones que se
establecen e implementan para el control de la pérdida o derroche del agua, por
parte de los cultivadores de aguacate, existen razones de tipo científico para
demostrar que no es el aguacate el gran drenador ni el agente causante de procesos
de desertificación que se le endilgan.
Es cierto que el aguacate tiene un metabolismo
diseñado para producir frutos con grasas y proteínas, lo que conlleva una alta
extracción de nutrientes y agua, con valores calculados de 750 kg de agua por
tonelada de fruto.
Es cierto también que el dosel (la copa – las ramas y frutos ) del
aguacate por su arquitectura tiene una mayor exposición al sol, que conlleva a
que la demanda por el agua sea mayor, dado los valores de evapotranspiración
potencial.
También es cierto que el aguacate posee un sistema de raíces
superficial con más del 90% de ellas en los primeros 70 cm de profundidad del
suelo que causan una mayor demanda de agua.
No puede negarse que la contaminación de agua puede darse en el
cultivo del aguacate, debido a un mal uso de la misma, principalmente con
agroquímicos.
La salida de agua de la zona, también conocida
como agua virtual, puede ser calculada hasta en 750 kg por tonelada de fruto en
aguacate. Este concepto es un indicador físico que contabiliza los
requerimientos en agua, de un producto agrícola o pecuario.
Son explicables las razones referidas, para dichas apreciaciones, sin
embargo, deben conocerse varios hechos que llevan a desvirtuar las mismas y a
entender que el mal no está en el aguacate sino en el manejo que se le da al cultivo
del mismo.
Una de las condiciones esenciales, fundamentales, indispensables para
cultivar el aguacate y evitar una posterior catástrofe económica, es que su
cultivo se haga en suelos bien estructurados y estables, permeables, de textura
franca, a veces con rocas basálticas fragmentadas que permiten el paso del agua
a capas profundas, que el agua penetre, filtre y escurra fácil y de manera fluida,
con alto contenido de materia orgánica, ligeramente inclinado para que se
facilite el tránsito del agua.
Una axioma en este campo: el
aguacate requiere del agua, la necesita, la usa, pero no la retiene.
Lo que sobra, va hacia los acuíferos, que son reservorios de agua,
no muy profundos, que van liberando la misma de manera lenta y paulatina,
permitiendo que el suelo conserve su humedad natural.
Otra condición que reúne la inmensa mayoría de las zonas o áreas con
aptitud para producir aguacate, es que son de precipitaciones abundantes, con
más de 1.000 mm anuales. Esta condición hace que el cultivo del aguacate no
requiera de los acuíferos, los cuales con recargas de la magnitud dicha, hace
que estos sean muy estables y abundantes, debido a la alta permeabilidad del
suelo.
Un atributo más del cual goza el árbol de aguacate es que las
hojas son coriáceas, duras y flexibles, esto evita que se presente una evapotranspiración
excesiva; están, además, recubiertas con una cutícula cerosa, que limita la
pérdida de agua. Una buena observación después de la lluvia deja ver que las
hojas del aguacate no retienen las gotas, y sus ramas permiten que haya una
total fluidez.
Se puede agregar otra cualidad más en la relación del aguacate con
el agua. Cuando es mucho el calor, la hoja del aguacate cierra sus estomas, que
son unas válvulas u orificios reguladores del flujo del agua, presentes por
miles, en las partes aéreas de las plantas, especialmente en sus hojas.
Como conclusión, vale retomarlo dicho antes. No hay fundamento de confrontación entre el agua y el aguacate. Por su misma esencia, puede afirmarse entonces que el agua y el aguacate son uno.
Medellín, COLOMBIA, Diciembre 13/21