(1a. parte)
Juan Camilo Ruiz P.
aguacatesguacamayas@gmail.com
@hassguacamayas
Tengo la convicción que, para ser un aguacatero "apasionado", como en cualquiera otra profesión u oficio, es necesario involucrarse "hasta los tuétanos" en los diferentes pasos del proceso de la producción.
No es lo mismo llamar desde la capital en el club al gerente de la empresa o al administrador de la finca para preguntar si ya consignaron el dinero de la última exportación, que estar al pie de los empleados interesado en cada uno de los procesos - hoyado, sembrado, observando el brote de las primeras yemas, siguiendo la poda de formación, la fertilización, la fumigación, la desmalezada; ver, sentir y padecer el estado del tiempo, los períodos de lluvia o de sequía,...-.
No equivale esto a decir que el dueño o empresario tenga que adelantar él mismo todos los procesos y que tenga como actividad controlarlos todos, y tampoco que no sea necesario implementar y desarrollar un manejo gerencial ni empresarial del proceso productivo, lo deseable es que él lo conozca a fondo, se involucre, lo disfrute, lo sienta.
No equivale esto a decir que el dueño o empresario tenga que adelantar él mismo todos los procesos y que tenga como actividad controlarlos todos, y tampoco que no sea necesario implementar y desarrollar un manejo gerencial ni empresarial del proceso productivo, lo deseable es que él lo conozca a fondo, se involucre, lo disfrute, lo sienta.
Tengo una experiencia y un sentimiento personal al respecto, que quiero compartir. Las diversas etapas del proceso productivo son importantes, pero para mí, hay una que es por la cual uno lucha todo el año: las cosechas (principal y traviesa) - claro que es la que tiene que ser - , pero la misma es la que más tensiona y encrespa los nervios al momento de ejecutarla.
Porqué? Porque es aquella en la cual hay que estar pendiente del cumplimiento de todos y cada uno de los pasos del proceso, de acuerdo con las normas de la certificación, en lo que tiene relación con la cosecha - que ese día no amanezca lloviendo para evitar la lenticelosis, la seguridad, salubridad y aseo de los recolectores, la cubierta para colocar en el piso las canastillas, que estas, estén limpias, las tijeras amoladas y desinfectadas, las bolsas limpias y adecuadas para la recolección de frutos, que haya aseo en el lugar del acopio, que los perros y demás animales de la finca no estén en el huerto, cuando han estado ahí toda la vida, cumplir con el volumen mínimo exigido por la empacadora, hacer la selección y clasificación de frutos para el envío, la recogida oportuna por parte del camión, la llagada sin contratiempo a la empacadora, qué hacer con el "rechazo", etc. -. Todas estas acciones, desarrollarlas en cuestión de pocos días.
Haciendo lo que reclamaba al inicio, yo me involucro completamente en el proceso, y a pesar de lo tensionante y agotador del mismo, es mucho lo que se aprende. Es el momento para el conocimiento, la identificación de las plagas y sus efectos sobre el árbol y los frutos, la observación de las deficiencias nutricionales, el desarrollo de los árboles, el diagnóstico de la necesidad de podas, etc. Pero además en esta actividad van quedando unos especiales momentos de silencio y reflexión a medida que se pasa de árbol a árbol, de rama a rama, de racimo a racimo, de fruto a fruto.
Haciéndolo así durante la semana anterior, con motivo de la cosecha de traviesa, pensaba en el inmenso desarrollo que ha tenido, en un período extremadamente corto, la industria del aguacate en Antioquia y en Colombia.
Recuerdo cuando, con otros veinte cultivadores, hace poco más de cinco años y estrenando certificación GLOBAL GAP, obtenida gracias al programa financiado con recursos de regalías que se desarrolló por iniciativa del Departamento de Antioquia y bajo el liderazgo de la Universidad Nacional, sede de Medellín y Corpoaguacate, se recolectó, a gran escala, la cosecha ya certificada, para la exportación.
Entonces, poco o nada se conocía de la medición y del indice adecuado de materia seca para el corte de los aguacates, se empezaba a realizar la clasificación y a dimensionar el consiguiente rechazo de los frutos afectados en su cosmética, se miraban desconsoladamente los estragos del "marceño", o la "chiza", se iban conociendo los efectos de los ácaros, los trips y la amorbia en los frutos, se iba aprendiendo poco a poco con cuantos frutos y de cuantos árboles se llenaba una canastilla, las que también hubo que mandar a hacer, pues casi ninguno de los productores tenía en existencia y esto para no hablar de las dificultades de Westfalia la única empacadora de entonces, con las cajas de cartón hechas inicialmente en Colombia que se deshacían y rompían por la transpiración de la fruta durante el viaje de exportación.
Recuerdo que en ese primer año de "internacionalización" no se comercializó la traviesa, o "loca" como denominan los mexicanos. También recuerdo la gran cantidad de fruta que nos rechazaba la empacadora por el no cumplimiento de los requisitos de calidad exigidos por el mercado internacional.
Para mi fue particularmente difícil el transporte de carga para llevar los aguacates al empacadora. Los transportadores locales no tenían el cuidado necesario para que la fruta no se estropeara, para que paletizaran de manera adecuada las canastillas, para que creyeran que el aguacate iba a un lugar especial para empacarlo y luego exportarlo. Para ellos como para la gran mayoría de los colombianos era una locura exportar aguacate, a nadie antes se la había ocurrido.
Para semejante locura, lo mejor para los propietarios de camiones era asegurar un buen precio para ellos - un precio alto para los productores - porque para todos ellos, llevar los aguacates hasta lo que llamaban "la empacadora", era casi que inaudito.
(continuará)